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Sin techo, pero con dignidad

En un mundo en el que todo se mide por la cantidad de dinero que se puede sacar por ello, no iba a quedar el hombre ajeno a este mercadeo infame. Tanto tienes, tanto vales, y si no tienes no vales nada. Es así aunque no nos guste. Si no me creen esperen a leer lo que les voy a contar, una historia que cayó en mis manos hace unos meses y hoy, toca ya hacerla pública, so pena de que acabe, como tantas cosas cuando pasan mucho tiempo guardadas, perdiendo su valor.

Imaginen una ciudad, una ciudad grande, santa en el nombre –no en sus gobernantes-, una ciudad que ha pasado casi dos años en emergencia social por culpa de la omnipresente crisis. E imaginen un centro de una conocida y poderosa OSG (Organización Sí Gubernamental) de esa ciudad (se dicen ONG pero en la práctica, en muchos casos hay que cambiar la N por la S). Imaginen ahora que ese centro atiende a personas que han tenido mala suerte o eligieron mal y lo han perdido todo, a los que comúnmente se les llama sin techo. Y por último, imaginen que ese centro está dirigido por un señor político con un cargo importante en esa misma ciudad. En principio, nada que objetar. Una entidad conocida y poderosa, un representante electo de la ciudadanía: el centro debería funcionar a las mil maravillas. Pero no, no es esa la historia que a mí me ha llegado.


La historia en realidad lo que cuenta es que los usuarios del centro empiezan a sentirse mal del estómago en ocasiones, y como son ellos mismos los que se hacen la comida, al ver que se están cocinando muchos alimentos caducados deducen que se debe al mal estado de éstos. Protestan a los gestores del centro pero ningún caso le hacen, y sí más bien todo lo contrario, les obligan a comer aduciendo que en otros centros se la comen y no rechistan. Cuenta también la historia que además de comida en mal estado, debían los usuarios soportar un régimen residencial plagado de abusos, arrestos, castigos arbitrarios y otras delicadezas en el trato, más propias de una película de presidiarios que de un centro donde se trata de ayudar a personas desfavorecidas, la mayoría aplicadas por el señor político importante que nombramos al principio. Entonces, como en otras tantas historias que tienen por protagonistas a los seres humanos, aparece la dignidad, ese gran tesoro que el hombre tanto sufre al perder. “Sin techo pero con dignidad” debieron decirse algunos usuarios del centro, porque no dudaron en grabar con la cámara de un teléfono móvil buena parte de esa comida caducada que les obligaban a comer. Y las imágenes no dejan lugar a dudas: una despensa llena de botes, de bidones, de botellas y de bricks, de sopas, de leche, de mantequillas, todas pasadas de fecha, en muchos casos no meses sino años.

¿Y qué hacen con esa reveladora grabación? Ayudados por una noble benefactora de la que tampoco he de decir su nombre, nuestros chicos escriben y escriben de su puño y letra cartas y más cartas, acompañadas de sus respectivos archivos de imágenes interesando a todo aquel que pudiera ayudarles. Y escriben al señor alcalde y a todos los grupos políticos del Ayuntamiento, y escriben al señor Obispo, y al señor concejal de asuntos sociales, y al señor Presidente del Gobierno Autónomo y a todos los grupos de la Cámara, y al señor Presidente del Cabildo y a todos los grupos del mismo, y a la Consejería de Sanidad, y a la Consejería de Bienestar Social, y al señor Subdelegado del Gobierno, y al señor Defensor del ciudadano, y creo que a alguno más que de seguro se me pasa. Y pocas veces he visto una historia tan llena de perseverancia. A todos les contaban sus miserias reclamando un trato digno, y de casi todos pasados ya largos meses encontraron la misma respuesta: el silencio. Cuentan que los rectores del centro, en cuanto supieron de las reclamaciones hicieron desaparecer cualquier rastro de comida caducada, para aducir luego que eran sólo unos pocos botes pasados de fecha dispuestos para ser tirados, nunca para usarlos como alimento humano. Hecha la limpia, aparecieron por allí algunos de Sanidad y otros del Ayuntamiento, pero, lógicamente, nada raro encontraron. Nada se comenta, nada se pregunta sobre la parte de sus cartas que hace alusión a los abusos, para acabar corriendo un tupido velo y concluir que debía haber sido todo poco menos que una invención de los usuarios, a saber por qué motivo. Y la cosa no queda ahí, porque a tres de nuestros esforzados, a los tres más reivindicativos, los echaron educadamente del centro sin motivo justificado, con el estigma adicional de saber que desde aquel instante tendrían prohibida la entrada en cualquier otro centro de los pertenecientes a esa institución social tan poderosa.

Y hasta aquí la historia, bueno no, todavía han tenido arrestos y perseverancia nuestros chicos para ir a tocar a otras puertas, las de algún que otro partido de los que aspiran a entrar en el poder. Y ahí siguen esperando a que les digan algo, confiados en que alguno mueva un dedo y se interese por restituirles el daño sufrido. Y en sus reclamaciones siempre la misma demanda: sólo quieren que se sepa la verdad, que les levanten el veto de no poder entrar nunca más a un centro de esa institución (la que pronto temen volver a necesitar) y no se sigan dando las conductas que ellos denuncian. Mas no por mil veces repetida consigue su demanda interesar a nadie. ¿Extraño verdad? Ni tan siquiera una llamada. ¿Cuánto habría costado recibirlos? Aunque no hubiera voluntad real de ayudarlos, igual habría bastado con eso que tanto usan los políticos: una palmadita en la espalda, unas palabras amables, un compromiso de futuro, alguna llamada. ¿Acaso no tiene suficiente un sin techo con todo lo que arrastra? ¿A qué responderá este silencio? ¿Tendrá algo que ver que se trata de una institución muy poderosa y de un señor político muy bien relacionado? ¿Han hecho el cálculo en votos y han concluido que no interesa? ¿Los sin techo no votan? ¿O será que entre ellos todos se tapan por lo que decía aquel de… quien esté libre de pecado que tire la primera piedra?

De repente me viene a la mente un curioso paralelismo a propósito de los que viven en la calle. Porque en la Grecia antigua existió un filósofo al que llamaban Diógenes, apodado el perro, que vivía como un vagabundo, también en la calle. Fue el abanderado de una corriente de pensamiento a la que llamaron los cínicos, que en griego clásico quiere decir perros. Y cuentan de este señor el perro, que caminada por la calle en pleno día con un candil encendido al grito de “¡Busco al hombre honesto!”. Lo que no nos han contado es si llegó a encontrarlo. Curioso porque, algo parecido ando haciendo yo aún sin portar el candil: buscar al político auténtico. Sobra decir que no lo he encontrado todavía, de lo contrario no tendríamos en esta web esa tan poco ortodoxa campaña a favor del voto nulo. Por suerte, en mi caminar sí que me he encontrado a personas honestas, valientes y valiosas, también esta vez, como la noble benefactora o mi amigo el perseverante. Por si les sirve de consuelo, aunque no encuentren a nadie que les restituya el daño, cuentan ya con nuestro respeto y admiración.

Y así acaba esta historia, contada someramente sin entrar en detalles. En ustedes queda ahora creer que es una fábula o es algo más que eso.



A PROPÓSITO DE LOS SIN TECHO… ¿SABÍAN QUE?:

-En Madrid, y en Córdoba, y en Sevilla, y en Barcelona, y en Tenerife, ya se han denunciado antes casos de comida caducada o maltrato a personas desfavorecidas.

-Y que el Código Penal vigente en España contempla el trato degradante como un delito castigado hasta con cárcel.

-Y que hay datos que apuntan a que en Santa Cruz de Tenerife hay unas 500 personas durmiendo en la calle.

-Y que en Canarias uno de cada tres residentes vive bajo el umbral de la pobreza, teniendo además los salarios más bajos del país y la cesta de la compra más cara.

-Y que casi 14.000 familias canarias han perdido su vivienda por no poder hacer frente a la hipoteca desde el año 2007, según informe emitido por el Consejo General del Poder Judicial; situación que se ha visto agravada en muchos casos porque también tienen muchas de esas familias que seguir pagando la hipoteca y los intereses y gastos generados después de haber perdido la casa, pues en España no se contempla la dación del pago con la entrega de la vivienda al banco.

-Y que en Canarias se estima que pueda haber en torno a 100.000 casas destinadas a segundas y terceras viviendas que están actualmente desocupadas, por ser la mayoría producto de la especulación urbanística que se ha vivido aquí en la última década.

- Y que según apunta el Instituto Nacional de Estadística, en todo el Estado Español podría haber en torno a 3,1 millones de viviendas vacías.

-Y que según datos que aporta el Consejo General del Poder Judicial, en 2009 se produjeron 115.000 ejecuciones hipotecarias, 181.000 en el 2010, y se estima que se llegará a las 350.000 en los próximos tres años.

-Y que la Constitución Española en su artículo 47 garantiza el derecho que todos los españoles tienen a disponer de una vivienda digna, al tiempo que obliga a las Administraciones a velar por que no haya especulación urbanística.

-Y que hay una norma de ámbito europeo que es la Carta Social Europea, cuya última revisión protege expresamente a las personas sin hogar en su artículo 30 y así ha sido ratificada por 27 países, entre los que no se encuentra España.

4 Comentarios

  1. Esto que cuenta es verdad, y hay muchos mas qye ni se sabra lo que estan pasando. Cada dia hay mas sin techo y los politicos no hacen nada.

  2. La desgracia de los sintecho es lo que nos espera a todos como no cambie el panorama. Sin trabajo sin dinero sin libertad sin alternativas y tambien sin techo, menuda mierda.

  3. Diogenes decia : Busco al hombre honesto, hasta que se encontro con un espejo… entonces descubrio que el hombre honesto habia que buscarlo dentro de nosostros mismos. Cuando nos despegamos de las mascaras sociales, de los roles y las posiciones deberia haber un ser que quiere para los demas lo que quiere para si mismos… Pero como bien dices en otros articulos… si se sienten perfectos como van a buscar la honestidad dentro de ellos…
    Todos somos sin techo, porque todos somos hermanos. Asi que mmis felicitaciones a ti y a todos los que denunciaron el caso.

    • Bueno, el caso aún está en camino de ser hecho público, pero pronto saldrá y se sabrá, o eso esperamos, porque nadie está a salvo de verse en la calle, debería ser una causa que importara a todos