Asisto emocionado a la última batalla de resistencia a la barbarie a este lado del mundo, donde una joven, Guacimara, se encarama a una grúa y se encadena a ella, mientras otro joven pretende frenar a la excavadora con sus pies y su coraje. Ambos se juegan la vida en el intento, porque la barbarie no entiende de humanidad, ni sabe de historia, de biología o de daños irreparables, solo cuenta cantidades y proyecta beneficios. De niño me contaron la historia de David y Goliat, luego aprendí que a veces los más débiles también pueden ganar, algunas, aunque muy pocas, y pasados los 20 me vine a Canarias y al poco me hablaron de unos antiguos pobladores, débiles en armamento pero fuertes de corazón, que lucharon y murieron por una tierra a la que amaban. Aficionado desde siempre a las causas perdidas, a las difíciles, con los más débiles, en todos estos años nunca dejó de interesarme la historia de los antiguos guanches y la manera en la que trascendió su esencia en los actuales pobladores de Canarias. Aunque tardé unos años en darme cuenta, que aquí casi todo se cocía por una élite política caciquil siempre servil al poderoso, ya estuviera aquí o en Madrid. Supongo que así fue como se estableció en la paz de Los Realejos de 1502, y así se ha mantenido a través de los siglos. Pero para un escritor no hay historia más romántica y digna de ser contada que la de los rebeldes, y entonces, hace 500 años también los había, les llamaban los Alzados, eran aquellos guanches que no aceptaban el yugo ni la “paz” de los conquistadores. Ichasagua, curioso, fue el primero de los alzados, también en Adeje, como estos últimos alzados canarios que hoy hacen frente a las palas, a los millones y a los caciques, los Martín, los Torres, los Arriagas, los Fragas y otros tantos, que aún hoy como antaño continúan traicionando a su pueblo.
Esta mañana escuchaba en Radio San Borondón a una de estas guerreras de Armeñime contando cómo han hecho frente valerosamente a las palas de la tumba del alma, también podía sentir su dolor a través de las ondas, cuando hablaba de las plantas, de los pajarillos, de los grabados en las cuevas o de la roca agreste y salvaje, en definitiva, cuando trataba de defender el único legado que pudieron dejarnos los guanches primitivos y su cultura animista, ancestral, pegada a la tierra. Y es que los montes canarios, nuestras oquedades, nuestros barrancos, esas caletas bravías, y una montaña saliente que destaca, ya sea la amarilla, la roja o la de Tindaya, son nuestras catedrales góticas, es nuestra pirámide de Keops o nuestra piedra de Rosetta, y hoy algunos traidores malnacidos, los Martín, los Torres, los Arriagas, los Fragas y otros tantos, se lo quieren cargar porque así lo pide el dios Mammón (Mammon: palabra del arameo antiguo que significa “dios de la avaricia”). ¡Ayy!, cuántas paradojas tiene el destino, pues tumba del alma será también si un milagro no lo remedia y frena la obra, del alma de los antiguos guanches, un alma y un espíritu que hoy aún mantienen vivos estos rebeldes de Armeñime, como los que hacen lo propio en La Tejita, con Fonsalía, en Chira-Soria o contra el circuito del motor, los últimos descendientes de aquellos alzados de Ichasagua. Y así, a este cronista maldito para muchos le queda al menos el honor de haber compartido alguna batalla reciente con ellos -cuando estuvieron a punto de lincharnos frente al auditorio-, y el consuelo de poder contarlo y cantarlo para que en la posteridad, cuando ya todo lo bueno se haya perdido, se recuerde y se sepa que allá por 2022 estuvieron incombustibles al desaliento los últimos guanches, los últimos alzados de Canarias, haciendo frente a la barbarie y a los traidores, los Martín, los Torres, los Arriagas, los Fragas y otros tantos, por amor a una tierra, a un legado y a una historia.
Eloy Cuadra, escritor y activista social.
Lo recomendé porque haces una buena reflexión del pasado contextualizando al ahora después de tantas capas de tierra encima claro!! Años luz esas veneraciónes hacia la naturaleza, debio ser una locura de paraíso la que disfrutaron