Muchos los artículos, muchas las reflexiones en todos estos años, creo que ya toca una en la que hable del sentir isleño, la identidad y el nacionalismo canario tal como yo lo siento y entiendo. Me he decidido a escribir sobre este tema después de escuchar ayer en una radio local, otra vez, esa parte de la historia de Canarias que habla de la conquista de las Islas a manos de los castellanos españoles y algún que otro normando francés. Una conquista que, bueno será recordarlo, es una historia de casi un siglo de resistencia, masacres, sometimiento, vasallaje, engaños y crueldades de muy diverso tipo, en la que unos, los poderosos, aplicaron sus técnicas de dominio sobre los otros, los guanches, más nobles, menos sofisticados, más inocentes, cuando inocentes, en este caso, es para mí una virtud. Así, todavía me impacta y emociona leer sobre la tragedia de Bentor, el último Mencey de Tenerife, despeñándose por un risco al verse perdido, en lugar de caer prisionero, humillado, sometido a los conquistadores.
Sobra que sigamos porque ya todos sabemos de esta parte de la historia, la cuestión es: ¿cómo podemos asimilar ese siglo de sufrimiento y muerte en el origen y la identidad del pueblo canario?, ¿lo olvidamos dado el mucho tiempo que ha pasado o lo ponemos como referente de lucha? En mi opinión, como canario, como andaluz, como italiano, como ciudadano del mundo que en definitiva me siento, la historia de la conquista, el sufrimiento y la aniquilación del pueblo guanche, debemos tomarlo como un ejemplo más de lo que ha sido el devenir del ser humano en su caminar por el mundo: una lucha de poder donde unos vencen y someten y otros sufren y se humillan. ¿Se puede olvidar eso por mucho tiempo que haya pasado? Es tanto como preguntar si podremos olvidar el genocidio nazi o la guerra civil española y todo el sufrimiento que ambas contiendas arrojaron al mundo, y mi respuesta es un claro no. No lo puede olvidar nunca un canario que sienta su tierra por muchos siglos que pasen, no debemos olvidar que la situación actual, donde Canarias deja de ser un pueblo libre y pasa a formar parte de la corona de Castilla, devino de una toma de poder por la fuerza, con mucha violencia, sin legitimidad y sin el más mínimo respeto por los originarios pobladores de las Islas. Esto es así y así será por mucho tiempo que pase, y no vale argumentar que gracias a los conquistadores Canarias ha podido avanzar hasta un territorio del Primer Mundo, entre otras razones porque no estamos muy bien hoy siendo parte de ese Primer Mundo, porque además la historia no puede reescribirse, y nunca sabremos qué habría sido del pueblo canario de no haber sufrido aquella conquista.
En este punto algún lector dirá: “este señor que escribe se posiciona claramente nacionalista y a favor de la independencia de Canarias”. A lo que yo le diré que no todo es blanco o negro, no siendo la cosa tan sencilla en este caso. Lo que sí puedo decir es que no me siento para nada orgulloso ni identificado con lo que han hecho los españoles por el mundo a lo largo de la historia, mucho menos con lo que hicieron en Canarias, y soy de la opinión que esa relación de vasallaje y sometimiento que está en el origen, entre el pueblo canario y el dominador peninsular, en cierta manera aún se mantiene hoy en muchos aspectos y es contra eso contra lo que hay que luchar. Ahora bien, ¿cómo expresar estos sentimientos en términos políticos llevados a la situación actual de Canarias en este año 2013? ¿Se puede pedir la independencia de Canarias hoy? Legitimado estaría en todo caso, pues en ninguna otra CCAA de España se escenifica mejor lo que es una colonia, a casi 2000 kilómetros de la Península y siendo parte del continente africano. Legítimo sí, pero inviable hoy y poco razonable, porque no hay vías abiertas para ello y no se dan las condiciones para que pudiera hacerse de manera ventajosa o como mínimo sin sufrimiento para los canarios. Pero claro, entre esta última vía de la independencia y olvidarse por completo de todo hay unas cuantas soluciones intermedias que bien deben valorarse.
Y es que, a mi modo de ver, un canario que sienta las raíces nobles de aquellos bravos guerreros guanches y quiera hacer honor a ese pasado, debe rechazar cualquier otra forma de sometimiento, humillación, dependencia, inferioridad o vasallaje, por muy sutil que éstos sean, y eso pasa, por ejemplo, por rechazar la manera en la que nuestra clase política canaria plantea las relaciones con el Gobierno Central. Y es que en 20 años que llevo en Canarias, son 20 años escuchando al gobierno autónomo –casualmente siempre de un partido supuestamente nacionalista-, plantear la situación canaria dependiente también siempre de lo que decidan para nosotros en Madrid. Todo lo que nos pasa de malo es culpa de Madrid, como si no tuviéramos los canarios margen de maniobra y recursos para hacer y decidir por nosotros, para influir, para avanzar, para prosperar, para crear y mejorar sin esperar por los rajoys de turno. No se dan cuenta que al reproducir este discurso de inferioridad nuestros políticos mantienen a Canarias en un eterno estado de minoría de edad, dependientes siempre de lo que haga por nosotros el papá Estado.
Y lo peor es que este sentir se reproduce sin querer en el canario de a pie, que también muy a menudo se ve con cierto complejo de inferioridad con respecto al peninsular que viene, o al inglés, o al francés, sintiendo que no puede, que debe esperar a que lo socorra alguien, y a la inversa, busca situaciones de superioridad con otros colectivos. Aquí, en nada ayudan a romper con este sentimiento de inferioridad o empequeñecimiento las políticas culturales y educativas de nuestros gobernantes canarios, habitualmente más preocupados por lo propio, por sus bolsillos, por desinformar y apagar al pueblo, que por cuidar de nuestras raíces o fomentar el conocimiento y el desarrollo de unos valores fuertes. En estas, llevo tiempo observando lo que sucede y hacen en otras comunidades de España con situaciones identitarias similares, y por poner un ejemplo, veo lo que hacen en el País Vasco o la visión de sí que tiene un ciudadano vasco, y he de decir que dista muy mucho de lo que pasa en Canarias, por desgracia.
Y esta y no otra es mi reflexión sobre el sentir canario y el nacionalismo, una reflexión que bien vale para todos los pueblos del mundo. Así, en mi opinión, todos los pueblos tienen derecho a sentirse libres, a notar que viven con dignidad y que se les respeta como comunidad, pero esa libertad y esa dignidad no pasan siempre por la independencia política, entendiendo yo que se puede ser libre y digno formando parte de un pueblo que a su vez forma parte de una comunidad política mayor, si las relaciones se establecen sin sometimiento ni inferioridad y de ellas se derivan beneficios para todos, llámese España, Europa, Unión de Estados Africanos o como se le quiera llamar al asunto.
Eloy Cuadra
Sinceramente a mi también me parece inviable la idea de independizarnos, sobretodo porque creo que hoy por hoy no contamos con los recursos suficientes, hemos descuidado nuestros campos, la agricultura, no tenemos industrias propias… Por mal que nos parezca hemos creado una dependencia económica con la Península , aunque también comparto la idea de que deberían tratar a Canarias con más respeto y tomarla en cuenta más activamente a la hora de tomar decisiones que nos conciernen a los canarios.
Yo también soy canario, y no entiendo mucho lo del “posicionamiento nacionalista”, más que nada porque somos descendientes de “esos castellanos” que aniquilaron a los guanches (somos caucásicos; la etnia aborigen que quedó se fusionó con el resto las que han ido pasando por las islas, y ha hay estudios que así lo señalan). En definitiva, somos los descendientes que aquellos conquistadores, y los actuales españoles son, precisamente, los descendientes de aquellos que prefirieron no venir a conquistar Canarias, ni Sudamérica (donde también se culpa a los actuales españoles de la conquista, como si tuvieran alguna responsabilidad).
Psicológicamente, es muy atrayente identificarse con la parte más carismática y alejarse de la más inmoral, pero estamos hablando de finales de la edad media, y me choca que se juzgue a una sociedad de entonces con los valores del siglo XXI. Los referentes morales y culturales eran otros entonces. Canarias hubiera sido conquistada por franceses o ingleses (que lo intentaron) finalmente, por su posición estratégica, y creo que la población aborigen habría seguido igual o peor destino (atendiendo a cómo se hizo la colonización de EE.UU. por los sajones), ya que parece que los españoles se mezclaban más con los habitantes de las sociedades que conquistaban (ej. los indios americanos fueron aniquilados o confinados en reservas).
Señor José, antes que nada gracias por dejar su opinión, y en todo caso decirle que en el artículo se deja claro que no es demasiado conveniente defender la idea de la independencia de Canarias en la actualidad, porque es inviable y los resultados serían muy inciertos de producirse. Lo importante del artículo a mi modo de ver no es eso, lo que el artículo rechaza de plano es la voluntad de apropiación y de dominio que ha caracterizado a los castellanos, a los europeos, a los occidentales y casi diría que al ser humano desde siempre, que no traen más que humillación, dolor y muerte a muchos pueblos, entre ellos el canario. Olvidar eso porque hayan pasado cinco o seis siglos es estar condenados a volver a repetirlo, he dicho…
No creo que se deba defender la independencia basándose en cuestiones étnicas, pero lo de que los guanches fueron aniquilados es un mito que ya ningún historiador serio sostiene, es verdad que dicha población aborigen quedó mermada, pero formaron un grupo considerable que se integró en la nueva sociedad. En cuanto a lo del origen castellano, debería saber que los portugueses fueron el mayor grupo de personas que se asentaron en las islas por encima de los castellanos, incluso en muchos pueblos los primeros libros parroquiales están escritos en portugués, los castellanos se embarcaron una vez terminada la conquista de Canarias en la nueva aventura americana ya que el continente americano ofrecía todo aquello de lo que carecía el abrupto y fragmentado territorio canario (oro, plata, minerales, ríos, extensas tierras fértiles, nuevos alimentos, ….), además de que los portugueses estaban vetados en América por parte de la corona española. Eso sin contar las aportaciones de Normandía, Flandes y Génova.