Segundo acercamiento al asunto del coronavirus, aunque esta vez enfocado especialmente a lo que sucede en Canarias, por ser la comunidad donde vivimos unos cuantos y a muchos nos preocupa, y la que más está sufriendo las consecuencias económicas de la nueva realidad impuesta. Para llevar adelante esta aproximación podemos apoyarnos en algunos datos oficiales y en fuentes del todo políticamente correctas, que eliminan por completo cualquier sospecha de fake o manipulación interesada.
Y bien, según los registros oficiales de la Consejería de Sanidad del Gobierno de Canarias, hasta el día 13 de septiembre de 2020 hay un acumulado en Canarias de 10.650 contagiados totales por covid, con 193 personas que han perdido la vida en estos seis meses, de lo que resulta una tasa de mortalidad del 1,8%.
En cambio, si tomamos el periodo que comprende desde el 13 de junio hasta el 13 de septiembre, esto es, los últimos tres meses, con la gente ya circulando más o menos libremente finalizado el confinamiento y con el virus por lo que parece más atenuado, nos encontramos con 8.526 nuevos contagiados y tan solo 31 nuevos fallecidos, lo que viene a dar una tasa de mortalidad para los últimos 3 meses del 0,36 por ciento.
Adjunto a continuación captura de pantalla del periódico El Día del pasado 13 de junio.
31 personas fallecidas por covid en estos tres meses en Canarias sin duda son muchas, y hasta una sola persona sería mucho, especialmente para sus familiares y seres queridos. Vayan pues por delante mis condolencias a las familias de los fallecidos, pero lo cierto es que muere mucha más gente en Canarias cada año (unas 4.300 de cáncer), y hemos de ver la cuestión en perspectiva. Para ello me he tomado la molestia de comparar los fallecidos por covid con los fallecidos totales en Canarias anualmente de los últimos cinco años.
Así las cosas y según fuentes oficiales (se puede comprobar en las capturas de pantalla adjuntas y en los enlaces al diario Expansión y a la página web del ISTAC):
En los últimos 5 años han perdido la vida en Canarias una media de 15.473 personas. Y si nos vamos al Instituto Canario de Estadística del Gobierno de Canarias (ISTAC), comprobamos cómo anualmente fallecen a causa de tumores (cáncer) del orden de 4.332 personas (el 28%) en las Islas, y un número similar por enfermedades y patologías del sistema circulatorio.
A propósito de los fallecidos en Canarias, un dato que no aparece explicitado en los enlaces que adjunto pero resulta llamativo y preocupante: según la Asociación de Profesionales en Prevención y Postvención del Suicidio, en 2018, último año del que parece haber datos, 193 personas se quitaron la vida en Canarias. Casualidad o no, justo el mismo número de fallecidos que los que hay hasta el 13 de septiembre, fecha de referencia. Convendría estar atentos al número de fallecidos por suicidio que se contabilizarán este año 2020, pudiera ser una cifra superior a tenor de las circunstancias actuales y al incremento progresivo que esta causa de muerte viene experimentando en los últimos años en el mundo desarrollado.
Con lo expuesto hasta ahora podemos dimensionar mejor la realidad de la nueva enfermedad y su impacto efectivo en Canarias. Ya me gustaría que nadie hubiera muerto por covid en las Islas, pero puestos a asumir lo inevitable, parece que 193 personas no son un número excesivamente elevado.
Frente a la evidencia de los datos y argumentos expuestos hasta ahora, los expertos oficialistas afirman que al tratarse de una enfermedad fácilmente transmisible, si no se hubieran tomado las medidas restrictivas y prohibitivas que se tomaron el contagio habría sido mucho mayor, con el subsiguiente colapso de nuestro sistema sanitario y un más que probable aumento de fallecidos. Esto pudiera parecer que es así, si nos creemos a pie juntillas el discurso oficial que se da en España, pero a poco que investiguemos, sin necesidad de irnos a fuentes sospechosas de conspiranoicas o negacionistas, comprobaremos que la realidad difiere algo o bastante del discurso oficial que se sigue en Canarias y por extensión en España entera.
Para empezar referirnos a algo que ya ha sido confirmado por el Ministerio de Sanidad español y pueden verificar por muchas fuentes: que los test rápidos de detección del coronavirus que se usaron mayoritariamente en los primeros meses de la pandemia no sirven para detectar el virus, pudiendo por tanto dar positivo sin padecer la enfermedad. Luego, si esto es así hemos pasado meses construyendo un análisis de situación que partía de una base errónea sobredimensionada.
Cierto, después vinieron los test PCR, que parecían algo más fiables. Algo más fiables, parecían, pero se han demostrado con una muy preocupante probabilidad de error. Así, en España la oficialidad ha terminado por admitir que los test PCR pueden llegar a dar falsos diagnósticos hasta en un 10 o un 15 %.
Si nos vamos a fuentes internacionales el dato es aún peor, y así nos encontramos con el nada sospechoso The New York Times americano (algo similar a lo que podría ser El País en España), con un titular donde afirma… ¡ni más ni menos lo siguiente!: “Si tienes un test de coronavirus positivo: probablemente no lo sea”, donde se llega a afirmar que hasta el 90 por ciento de diagnosticados positivos por PCR podrían no estar contagiados.
Esto lo pueden ver en la captura de pantalla que reproduzco a continuación y traduzco más abajo, como parte del artículo en cuestión del periódico The New York Times.
Y si traducimos el párrafo reproducido tenemos lo siguiente:
“En tres conjuntos de datos de pruebas que incluyen umbrales de ciclo, compilados por funcionarios en Massachusetts, Nueva York y Nevada, hasta el 90 por ciento de las personas que dieron positivo apenas portaban virus, según pudo saber The Times.”
En este punto del análisis, para terminar con la parte expositiva es importante abordar un último asunto: los asintomáticos, esto es, la gente que dicen que tiene el virus pero no tiene ningún síntoma de la enfermedad. También se sabe que en la mayoría de sintomáticos la enfermedad cursa con un proceso parecido a la gripe.
Pues bien, sobre los asintomáticos, ya lo dijo hace unos meses nuestro experto oficial el señor Fernando Simón, que en torno al 60% de los contagiados resultaban asintomáticos. Interesante dato: más de la mitad de los que en teoría engrosan las cifras de la pandemia en la actualidad no tienen ningún síntoma, y según las mismísima OMS raramente trasmiten la enfermedad.
Y hasta ese “raramente” parece estar hoy en entredicho, como así se afirmaba hace unos días en el nada sospechoso de negacionista o conspiranoico diario El Mundo, con un titular que rezaba lo siguiente: Técnicos sanitarios: “Los rastreos demuestran que los asintomáticos, en la práctica, no están contagiados”.
Luego si esto es así, como así parece que es pues lo apuntan expertos sanitarios en base a la experiencia obtenida con pacientes, si hay un 60 o 70% de asintomáticos que en realidad no tenían la enfermedad, lo que tenemos es una supuesta pandemia que ha sido muy sobredimensionada y que en verdad no lo es tanto, si hemos de restarle hasta un 70 % de los infectados.
Y no entraremos aquí para no extendernos más en otra cuestión que parece confirmarse y que postulan instituciones como la CDC americana, el equivalente al Ministerio de Sanidad español, cuando afirman que se han asignado muertes por covid a muchas personas que en realidad murieron por otras causas.
En conclusión, como hemos podido comprobar, estamos ante una declarada pandemia que ha contado para su justificación con mucha información que no era correcta o eran manifiestamente falsa. El problema es que con los errores, intencionados o no, y con las restricciones y prohibiciones impuestas, se ha llevado a España y especialmente a Canarias a una situación de pobreza generalizada que va a dejar a muchas familias por el camino y de la que será muy difícil volver. Y lo que es aún peor, por mucho que se argumente o se pruebe en la línea de revertir la versión oficial, mucha gente se la ha creído ya desde hace tiempo, el miedo ha hecho acto de presencia en sus vidas, y así, como un perro al que han pegado mucho, difícilmente volverá a confiar en otra versión de los hechos.
En este punto de nuestro análisis nos queda una pregunta que en realidad son dos: ¿qué podríamos haber hecho y qué se podría hacer en adelante?
Con respecto a la primera pregunta, no estaría de más una auditoría de la gestión objetiva e independiente. En relación con la segunda pregunta, sin ser experto ni médico, ni disponer de todos los datos, diría que podríamos empezar a valorar si asumimos este virus como una nueva enfermedad y no como una pandemia (puesto que el 70% de los infectados no lo están en realidad ni contagian a nadie). Una enfermedad que parece se contagia rápido pero tiene muy excasa mortalidad, que mayoritariamente se cursa con los síntomas de una gripe y en personas mayores o con alguna patología previa ataca con más virulencia, pudiendo causar la muerte.
Se trataría pues de asumir la enfermedad como un riesgo más de este mundo moderno, como asumimos el riesgo de morir en accidente de tráfico, en accidente laboral, por causa de la contaminación excesiva de nuestro aire o por un cáncer derivado de nuestros malos hábitos sociales y alimenticios.
De paso dejen de hacer test masivos con métodos que no son fiables a gente que no tiene síntomas, empiecen a trabajar en la adopción de hábitos alimenticios saludables como la mejor vacuna, y por supuesto dotémonos de más y mejores hospitales públicos, con mucho más personal sanitario del que ahora hay, y tanto o más de lo mismo con el lamentable y privatizado mundo de los cuidados a personas mayores y dependientes, entregado desde hace tiempo a la avaricia y el lucro de empresarios privados. Y por aquí entramos en otro debate, el de la privatización de todo lo esencial, de modo que si eres pobre estás perdido, pero esto mejor dejarlo para una futura entrega.
Eloy Cuadra, escritor y activista social.