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“El periodismo y los colectivos sociales”

Inicio con este artículo una serie que tiene por protagonistas a los colectivos sociales, puestos en relación con otros actores importantes de entramado social. Y empiezo por el periodismo, no por casualidad, y sí por verme envuelto en medio de un litigio camino de los tribunales entre un periodista de radio y una representante de un conocido colectivo social, sin necesidad de dar nombres porque a la postre da igual, lo que cuenta es la generalidad. Aunque empiezo por la parte que me toca, como colaborador contertulio semanal del litigante periodista, los miércoles por la mañana, para hablar de la parte que mejor domino, las luchas sociales en Tenerife. Donde, todo hay que decirlo, en los dos meses que llevo como colaborador siempre he podido hablar lo que he querido, con total libertad, llevando las causas sociales a la opinión pública desde su altavoz, algo por lo cual siempre le estaré agradecido. Dicho esto también tengo que decir que si me dejan, este miércoles 23 de noviembre me despido del programa, sin que me obligue nadie, salvo mi propia conciencia y el poco, o mucho, conocimiento de los hechos del litigio que tengo. Para los que no lo sepan, se pone en liza el honor de una representante de una conocida plataforma ciudadana, que se siente agredida por este periodista por haber arremetido contra ella en antena cuando era candidata por un partido político, también en el plano personal. El periodista alega en su defensa que él hacía su trabajo como informador, informando sobre una persona pública, y que todo se trae ahora a colación porque ambos tuvieron un rifirafe hace apenas unas semanas en una discoteca de la capital santacrucera, un sábado, por la noche.
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En este punto, para empezar pongo por delante mi manera de entender las relaciones, en todos los ámbitos, desde el respeto y la corrección, sobre todo en lo que concierne a las personas y su vida personal. En cualquier tema en litigio o controversia, se exponen las situaciones, se presentan argumentos y se confrontan, y de todo eso saldrá una realidad, más o menos evidente, que califica por sí sola a los actores en la disputa. Con esto quiero decir que no hace falta entrar en el plano personal, en descalificativos o acusaciones que atenten contra el honor de las personas. Esta reflexión la llevo yo a todos los ámbitos, también al periodismo. Volviendo al litigio mencionado entre la activista y el periodista, creo que no es de buen gusto hablar de una candidata o persona pública con mofa, aludiendo a canciones infantiles, o apuntando la afición por la bebida de la mujer cuestionada,sin que haya pruebas reales contrastadas que sustenten tal afirmación. Seguro que había otros muchos argumentos que utilizar en contra de la en su día candidata a la Alcaldía de Santa Cruz, sin tener que entrar en ese tipo de periodismo, amarillista, más propio de otro tipo de prensa. Por desgracia, este tipo de periodismo abunda más de lo que me gustaría por estas latitudes, en radio, en televisión, y en prensa escrita, y yo mismo lo he tenido que sufrir en mis carnes alguna que otra vez, y no sólo desde el periodismo, también y desgraciadamente, mucho, desde los propios colectivos sociales, por ir de frente y por venir de donde venía, prejuicios mediante, de una institución militar. Los he aguantado siempre como mejor he sabido, y aquí sigo, todavía.
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Y así pasamos a la segunda reflexión que toca hacer. ¿Son los periodistas el enemigo? O llevado al caso concreto que nos ocupa: ¿es tan grave lo que el aludido locutor ha dicho de la activista social como para iniciar una campaña contra él desde los colectivos sociales, por solidaridad con la atacada? Yo intento ser justo y objetivo, y sí creo que es grave, por el hecho de ser una mujer y él un hombre, por la diferencia de potencial entre ambos, uno con un altavoz continuo de su parte, y otra con apenas medios, ni económicos ni mediáticos. También me parece grave en el contexto en el que se producen, en un ambiente social en el que la mujer es tomada como objeto sexual o como ser inferior, y es de mil formas acosada, violentada o insultada, sin que desde la sociedad se esté trabajando apenas nada por educar a la gente en el respeto hacia nuestras compañeras de viaje. Por todo ello me parece grave lo que se dirime en ese litigio, pero más allá de eso y tomando lo que yo sé de lo que ha pasado, no podemos olvidar que el asunto trasciende del ámbito público de una activista social o candidata a la Alcaldía y un periodista, algo que data de hace un año y medio por cierto, y pasa al plano del ámbito más privado cuando el detonante de todo parece ser que es una discusión en una discoteca un sábado por la noche. En ese punto, sin haber estado allí aquella noche y sin saber a ciencia cierta qué ocurrió, es complicado tomar partido como colectivo social por la compañera atacada, y mucho menos cuando el asunto parece estar ya camino de los tribunales. Ojalá pudiera tener este asunto una solución amistosa o dialogada, algo que parece que ya no va a ser posible. Tengan entonces la mejor de las suertes ambos dos, y que la justicia la reparta con sabiduría, consciente de que lo que llevo escrito hasta ahora de seguro no contentará ni a uno ni a la otra, pero es que a veces, la realidad no es ni blanca ni negra, hay muchos grises.
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Y acabo ya pronto, visto el caso concreto, con la reflexión general apuntada en el título: el periodismo y los colectivos sociales. Los periodistas, por desgracia muy pocas veces libres, son un actor importante en nuestra vida social que mucho pueden hacer y mucho hacen -no siempre bueno-, y con ellos hemos de lidiar los colectivos sociales. La fuerza de los colectivos sociales está precisamente en eso, en la sociedad. Si el colectivo social es capaz de movilizar a mucha gente por una causa justa, el medio de comunicación se verá obligado a informar de ello, aunque al director o al poder económico que tiene detrás no le guste. Si el colectivo social no tiene fuerza para movilizar a la ciudadanía para su causa, tendrá que contentarse con los medios que simpaticen con su lucha por el interés que sea o buscar otras vías para llegar a la gente. ¿Hacer una campaña desde lo social contra un periodista o medio de comunicación concretos? Creo que no es lo más correcto, salvo casos de extrema gravedad y repercusión. Así a bote pronto recuerdo como años atrás, un medio importante de Tenerife y algún que otro partido nacionalista hacían feroz campaña contra los inmigrantes que llegaban moribundos en pateras, hasta el extremo de crear un caldo de cultivo preocupante de racismo y xenofobia entre la ciudadanía. Yo fui uno de los activistas que participó en las acciones y denuncias que se plantearon desde los colectivos sociales en aquellos meses. No sé si conseguimos mucho o nada, visto como están las cosas hoy en día. Sea como fuere adelante seguimos y seguiremos. Gracias por haber leído hasta aquí, emplazados quedan para futuras entregas.

Eloy Cuadra