Empezamos la semana con la triste noticia del cierre definitivo de Sonora Discos, la tienda de la santacrucera calle Imeldo Serís, señera de los amantes del rock and roll, el jazz, el blues y otras músicas de nivel. Una empresa local más que claudica frente a la globalización 2.0 de las megaplataformas de streaming y otras multinacionales, como antes cayeron librerías y otros comercios de autor frente a las grandes superficies, los prefabricados en serie y los franquiciados internacionales. Como suele decirse, entre todos los matamos y ellos solos se murieron, porque también yo me siento algo culpable como copartícipe del deceso, pues hacía meses que no me pasaba por allí a comprarles un disco, convertido ya en un asimilado más de la Opción Premium con todo a la carta. Quién me ha visto y quién me ve, ni sombra de lo que fui, y es que echo la vista atrás y me recuerdo a inicios de los noventa, esperando el envío mensual de discos del magacine de venta por catálogo Discoplay. Con mis primeros sueldos me dejaba cada mes 5.000 pesetas en música, el momento más feliz era el instante previo a abrir el paquete y los minutos posteriores. Supongo que, poco o nada se puede hacer ante el devenir irremediable de las tendencias históricas. Y no fue mejor a mediados de semana, en esta ocasión un bar de copas y música en vivo, otro que echa el cierre el próximo sábado, el Cine + Copas, al que le recuerdo años muy buenos de conciertos de rock con grupos locales que apuntaban maneras, cierto que hacía tiempo que habían cedido al lado oscuro de la peste reguetonera, no diré por eso que les estuvo bien empleado, acaso por lo que fueron un día. Con todo, llega el sábado por la noche y había que elegir, no podemos quedarnos en casa sin dejar de apoyar a los pocos locales de música rock que quedan en la ciudad, me dije. Y entre un tributo a Police del que nada sabíamos en el Dubliner y una incógnita total de unos llamados TF1 con canciones propias en el Lone Star, la balanza se decanta por el local de Mariano Seral, confiando en su buen olfato para elegir bandas. Y lo cierto es que no empezó muy bien la noche, el Lone Star se presentaba bastante vacío a escasos minutos del inicio. En el debe del grupo tengo que decir que su nombre, TF1, poco o nada nos dice, no sé si es el más apropiado, y nunca he visto a una banda con menos promoción, ni redes, ni nada de nada, no hay ni rastro de este grupo en Youtube ni en ninguna otra plataforma donde poder escucharlos, salvo una mínima presencia en instagram, vamos que fue una cita a ciegas en toda regla. La noche se presumía un desastre total cuando unos conocidos del grupo me dijeron en la previa que el guitarrista y cantante es informático de un colegio de la ciudad. No sé si saben, pero los informáticos tienen fama de introvertidos, nada que ver con el cantante de un grupo de rock al que se le presupone carisma y extroversión.
Por suerte, todos los malos presagios se fueron al traste cuando aquel joven de rubia melena y su banda comenzaron a tocar en el local de la Avenida Francisco La Roche. ¿De dónde ha salido esta gente?, fue lo primero que acerté a decir, por lo bien que sonaban. Abrieron con un tema de rock rápido y riff pegadizo a medio camino entre el garaje y los stones, y de inmediato me levanté de mi asiento asumiendo que aquello prometía. Por cierto, no lo he dicho, son sólo tres, un bajo, un batería y el guitarra como cantante y líder sobre el que recae todo el peso de la banda. No quiere decir esto que bajo y batería no estuvieran a la altura, ambos dos sonaban claros y contundentes, con personalidad, con mención especial al bajo, al que se le notaban muchas tablas y pinta de haber tocado ya en muchos grupos, y que hasta se arrancó mediado el concierto con un tema en español, el único del repertorio, cuya voz recordaba bastante a la del mítico grupo Los Ilegales. Al margen de este detalle, tengo que decir que el desconocido informático Charles es un auténtico virtuoso de la guitarra que nos regaló hora y media de concierto con una muy buena lista de canciones propias, salpicadas con algunas versiones convenientemente adaptadas de entre las que destaco el Rebel, rebel de Bowie, el clásico Stand by me en versión acelerada y otra de los Cure. Acierto total de Mariano, que a mitad de concierto me comentaba sonriente, con el local medio lleno y la sensación de estar escuchando el mejor rock a muchos kilómetros a la redonda.
Mentiría en cualquier caso si dijera que el grupo no me recordó a otros grupos. A menudo se dice esto cuando la banda no es demasiado buena, porque copia y se parece bastante a otras que ya hemos visto y escuchado antes, pero tratándose de un grupo novel y asumiendo que hoy prácticamente todo está inventado en música, no es mala cosa decir que por momentos me sonaron a Jack White en sus inicios, a ratos me recordó a Eric Clapton, por los solos de guitarra, en varias canciones me vinieron los Clash, en otras sonaban ramonianos y en uno de los temas pensé que oía a Franz Ferdinand. En resumen, la semana que comenzó con un cierre lastimoso y continuó con otro local que echa la persiana, acabó con un magnífico concierto de rock and roll de estos chicos, los de la autopista del sur, y la seguridad de saber que no está todo perdido para los amantes de las guitarras eléctricas que paramos por estas latitudes, pese a que vivimos en el reino del salserío, bajo la dictadura del reggaeton y otras pseudomúsicas. Así que ya los pueden ir apuntando, Dubliner, Rayuela, Equipo Para, Aguere, El Búho, La Bowie y otros locales de música en vivo, busquen al informático con barba y melena rubia y a sus compañeros de la TF1, a todos los que les guste el rock esta gente de seguro no les defraudará, y teniendo en cuenta que recién están empezando, a poco que pulan algunos detalles sólo pueden mejorar.
Eloy Cuadra, escritor y activista social (a veces voy a conciertos de rock).
Más fotos, gentileza de Abel Álvarez y Mariano Seral: