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Luchar por un mundo mejor… ¿tiene algún sentido? (Parte I)

Después de años convencido de que luchar por un mundo mejor que este es la más digna lucha que se puede emprender, de repente, las dudas me asaltan, y empiezo a preguntarme si en verdad tiene algún sentido, hoy, aquí, en Canarias, luchar por algo, o lo único que nos queda ya es sobrevivir de la mejor manera y tomar y disfrutar lo que podamos dejándonos llevar por la corriente, en lugar de ir en contra de ella. Y tanto me lo he preguntado que llevo un mes fuera de juego sin parar de darle vueltas al asunto, bastante desilusionado con lo que venía haciendo todos estos años. Pero un mes es mucho tiempo, creo que debo responder a esa pregunta, con un sí o con un no, y así poder descansar mi confusa conciencia. Ahora bien, antes de responder, tres preguntas fundamentales previas nos haremos, a ver si estamos o no estamos en la misma línea, en un análisis de situación que nos ayude a comprender mejor la respuesta que daremos luego.


otro mundo es posible hoy
I.- ¿POR QUÉ MUNDO LUCHAMOS?

Es la primera pregunta, obligada, dado que luchas hay muchas y mundos mejores posibles también los debe haber en los anhelos de los seres humanos que hoy habitamos la tierra. ¿Qué mundo es ese pues por el que yo pretendo luchar?, ¿qué queremos?, ¿a qué aspiramos con esa lucha?: ¿un Gobierno Universal con un pantocrátor omnipotente?, ¿el advenimiento de una nueva religión que nos una a todos?, ¿una dictadura que ponga orden y sentido a tanto nihilismo?, ¿o quizá una vuelta a la naturaleza y a una vida sin gobiernos, ni policías, ni leyes?
Otro mundo, es el punto de partida, alter-mundista, o antisistema, si lo prefieren, es la palabra. Está claro entonces, no se trata de unas simples reformitas, algo de maquillaje o la puesta en práctica de algunas medidas paliativas. Se trata de convencerse de que este mundo tal cómo lo estamos habitando hoy, es un asco y nos lleva directos a la autodestrucción. Se trata de pensar que es posible construir ese otro mundo más humano, aquí, en nuestra tierra, hoy, y trabajar por su consecución. Insisto en el detalle de las reformitas, porque no se puede ser altermundista y estar apuntado al PSOE, por poner un ejemplo, ni se puede ser antisistema y aceptar cómo válidas las reglas del juego actuales, confiados en que las iremos reformando poco a poco. Nada de reformismo, nada de colaboracionismo, por tanto, como no se reforma un edificio en ruinas, ni se colabora con un sistema corrupto y podrido hasta la médula.
Deconstruir el sistema, echarlo abajo para hacer otra cosa, será pues la tarea. Y en ese mundo futuro, mejor y posible por el que queremos luchar, la soberanía será devuelta al pueblo a través de un nuevo proceso constituyente, volverán a ser públicos los servicios esenciales, no se pagarán deudas ilegítimas a nadie, los salarios y los trabajos serán dignos en un modelo productivo que pondrá por delante a nuestros ecosistemas y garantizará su pervivencia; en ese mundo mejor y posible los ciudadanos que sufren, los ancianos, los dependientes, los niños, las mujeres maltratadas, los inmigrantes, las personas sin hogar, serán protegidos como es debido, y existirá una renta básica universal que garantice unos mínimos de dignidad, y habrá vivienda pública suficiente, y se acabarán los desahucios de los usureros, no habrá paraísos fiscales y pagarán más los que más tienen; en ese mundo mejor y posible habrá una banca pública, y diremos no a las guerras, no al intervencionismo militar, sí a una cultura de la paz, sí a una Educación y Sanidad públicas gratuitas y de calidad, y se respetarán los derechos humanos de todas las personas, y diremos no al expolio de los recursos del continente africano… Y así podría seguir proponiendo cosas que hoy no tenemos o no hacemos, comprobando cómo ese otro mundo posible es poco menos que una utopía.
Bien pero, ¿cómo hacer todo eso? Será cosa de hacer caso al primer lema del altermundismo, ese que dice algo así como “piensa globalmente pero actúa localmente”. Y cierto es, porque yo, ciudadano, puedo querer cambiar el mundo, me gustaría echar abajo este sistema, pero de momento sólo puedo aspirar a cambiar y mejorar algo, mucho, o poco, mi entorno más cercano, el lugar donde me muevo, donde vivo, donde interactúo. Y es así cómo pasamos a la segunda pregunta que hemos de hacernos.

II.- ¿QUÉ ES LO QUE HAY, HOY, AQUÍ, EN CANARIAS?

Y lo que hay, lo que más se ve y se sufre son unos muy dramáticos indicadores sociales, que nos dejan tasas de paro en torno al 35%, paro juvenil por encima del 60%, pobreza disparada por encima del 33%, con los peores Servicios Sociales según todos los informes (véase por ejemplo el último informe DEC 2013), con escasas o nulas ayudas institucionales a la muchísima gente que lo pasa mal en esta tierra, dejando buena parte de esta labor a la solidaridad de ciudadanos y ONG que poco pueden hacer para paliar tanta desgracia, con la cesta de la compra más cara, con una insularidad que imposibilita o dificulta sobremanera la movilidad, a la cabeza en fracaso escolar o en listas de espera sanitarias, con una Educación y una Sanidad públicas cada vez menos públicas, cada día más deficientes, siendo generosos en el calificativo, muy volcadas hacia lo privado o lo concertado para quien lo pueda pagar. Y estos, son sólo algunos datos, las realidades humanas que están detrás de esos datos son mil veces más terribles.

corrupción canaria

Frente a esta realidad desoladora no hay señales fiables que apunten a que la economía pueda despuntar, ni que el paro pueda bajar, ni que se esté pensando en diversificar el mercado laboral con otras opciones para emplear a la gente y darles una salida digna. Más bien todo lo contrario, los que tienen la suerte de trabajar lo hacen casi todos por menos dinero y con condiciones mucho peores, y a buena parte de los que no trabajan ya los han incluido en esa terrible estadística que dice que probablemente nunca más trabajarán en su vida.

Y no se vislumbra mejoría, entre otras razones porque quienes deben buscar los caminos para esta mejoría, esto es, nuestra clase política, o bien no saben, porque son muy ineptos, o no se atreven, porque es demasiado arriesgado, o no quieren, porque están muy bien como están, dado que a ellos no les afecta lo más mínimo. Son tres en Canarias los que ponen nombre a esta clase política: PP, PSOE y Coalición Canaria. Ellos se han repartido el poder en el Archipiélago desde que empezamos con esto de la democracia. Obviamos o no nos detenemos en la corrupción política generaliza, que no es cosa sólo de Canarias. Y cuando digo corrupción digo también privilegios e ineptitud manifiesta. Sí quiero pararme un poco más en la Ley Electoral Canaria, dado que es la ley electoral menos democrática y representativa que hay en todas las democracias europeas. Esta Ley es la que mantiene tranquilos a los de la clase política, a los tres grandes partidos, sabedores de que difícilmente va a cambiar el panorama, salvo contadas y minoritarias apariciones que nada influyen en el resultado final de lo que se hace. Vamos que no los van a mover de la silla, no habrá renovación de perfiles y mucho menos de línea política. Por supuesto, ninguno de los tres partidos grandes muestra voluntad real de cambiar dicha ley electoral.
Y no sólo está la Ley Electoral para protegerlos, también están otras leyes, decretos y medidas, estatales y autonómicas (véase nueva Ley de Seguridad Ciudadana, reforma del Código Penal, reforma del artículo 65 de la Constitución, LOMCE, medidas de ajuste del gasto sanitario, leyes de inmigración, etc.), que se promulgan con el único fin de mantener la situación tal cual está y coartar libertades e igualdades, sembrando el miedo y poniendo fronteras entre los ricos y los pobres para maniatar posibles vías de rebeldía. La Justicia por ejemplo, otrora la salvaguarda de nuestro Estado de Derecho, hoy es notorio que el Poder Judicial no es independiente cuando se trata de juzgar a los poderosos. La impunidad es manifiesta, “no es país para jueces” dice el perseguido juez Elpidio Silva, el que se atrevió a encerrar al banquero Blesa. Y por si con eso no bastara, hoy además la Justicia ya no es gratuita, hay que pagarla, lo que hace más complicado aún para los movimientos de base denunciar los atropellos y las corrupciones de los que mandan.

Mención aparte debemos hacer a la situación actual del llamado cuarto poder en Canarias, esto es, la prensa, los medios de comunicación. No creo estar equivocado cuando afirmo que están mayoritariamente controlados por los que mandan –en Canarias y en el resto del país-, a través de subvenciones, pagos en publicidad y propaganda y otros intereses creados, haciendo a los medios económicamente dependientes de unos determinados actores políticos, dejando así de ser un cuarto poder real para ser un instrumento más al servicio de los poderes establecidos. Servilismo, propaganda, banalidad y manipulación son los contenidos habituales de muchos medios, destacando especialmente la vergonzante televisión pública canaria que pagamos todos, lo más alejado que he visto en mi vida de una información veraz, objetiva, imparcial y de calidad.
Con esta realidad, la resultante es que en los medios de comunicación de Canarias sólo hay espacio para una dosis controlada de crítica social, cuando se la tiene por inofensiva, cuando no plantean una enmienda a la totalidad del sistema o cuando viene impuesta ya por un movimiento que suena fuerte desde la Península. Cuando esta norma se rompe por un medio de comunicación que sobrepasa las dosis aceptadas de crítica o denuncia social, o bien se lo compra –me suena una televisión local de un musculado presentador-, o se busca la manera de callar al periodista de turno -que no volverá a trabajar en Canarias en su vida, de periodista al menos-, o bien se ataca directamente al medio para forzar su cierre, como le sucede por ejemplo a Radio San Borondón y al Centro de la Cultura Popular Canaria.

carnavales

De esta carencia de libertad y pluralidad en el acceso a la información en Canarias, nos viene, en parte, la sociedad civil que tenemos hoy: miedosa, dividida, acomodada y anestesiada, incapaz de mostrarse crítica y activa en la lucha a unos niveles mínimos aceptables, por muy mal que nos vaya, por mucha miseria, desigualdad y corrupción que soportemos. Y digo en parte porque entran en juego aquí otros muchos elementos, entre ellos: el nivel educativo, muy bajo si lo comparamos con el de otras comunidades del país; la fragmentación del territorio, que impide una unidad física más efectiva; o la propia idiosincrasia del canario, poco dado a revoluciones o manifestaciones de descontento generalizado, llevando tal vez inserto en el ADN el paso de tantas generaciones de servilismo y sumisión a la metrópoli o a los propios caciques locales. Aunque me cuentan que allá por la década de los 70 –andaba yo naciendo por entonces- sí que había un fuerte movimiento contestatario en Canarias con un acentuado sentido nacionalista. No sé dónde ha quedado, pero hoy lo único que puede aglutinar pasiones en Canarias es el folklore vestido de deporte, de liturgia o de carnavales.
Tampoco se sabe nada de la Universidad, en otros tiempos una verdadera escuela de rebeldía, me dicen que en La Laguna también. ¿Y los intelectuales, los académicos, los artistas?, ¿dónde están?
Y no puedo dejar de mencionar un elemento externo a Canarias que también tiene su incidencia en el estado de apatía social que vivimos hoy: es el 15M. Y es que hace unos años España entera se entusiasmó con las luces de cambio que apuntaron las manifestaciones masivas del movimiento del 15 de mayo del 2011, en Canarias también salimos multitudinariamente a la calle, pero aquello no resultó, y hoy cuesta mucho más mover a la gente por una causa justa, desilusionados la mayoría por ese intento fallido.
Así las cosas, en este desolado panorama social canario sólo hay islotes de rebeldía ciudadana en algunos colectivos y plataformas de base, pero estos, la mayoría son asistencialistas o están controlados y al servicio de un determinado interés político o económico, y los pocos que hay medianamente libres y con clara vocación altermundista, subsisten con poco apoyo ciudadano, con pocos integrantes, con escasos medios y capacidad de influencia, reproduciendo también en muchas ocasiones ese cáncer que es hoy para nuestras sociedades el individualismo y la competencia perpetuas, para acabar en muchos casos enfrentados o compitiendo unos con otros, o aún peor, contentos con su tingladito y su lucha particular, convertidos en otra “clase” más de gente, de grupo chachi de profesionales de las luchas, sin una pizca de autocrítica, incapaces de ver más allá de sus barrigas.

Y así llegamos casi al final de esta segunda pregunta, un final para el que hemos dejado un último elemento de análisis de nuestra situación, el de esos otros movimientos y partidos políticos que no son “clase política” propiamente dicha, y que están ahí, aparentemente enfrentados al sistema que nos gobierna, y que supuestamente también quieren ese otro mundo posible. Destaco “aparentemente” y “supuestamente” porque en realidad yo no los veo demasiado interesados por romper con el sistema, y sí la mayoría bastante reformistas, continuistas, colaboracionistas. Al margen de esta apreciación personal, tampoco en este ámbito el panorama es especialmente alentador, aunque para hablar de estos actores políticos necesitaríamos de mucho espacio por delante y de un conocimiento que probablemente yo no tengo, así que serán sólo unos apuntes.
Y aquí, se habla de alternativas desde abajo, de sumar desde la base, de que las opciones políticas cuenten con la ciudadanía descontenta y que integren y den cabida de alguna manera a colectivos y movimientos sociales, también se habla de unidad de las fuerzas alternativas, de frente común, de frente amplio de izquierdas como única vía para hacer frente al tsunami neoliberal que nos arrasa, pero sólo tenemos intentos, que de momento no cuajan, ni en la unidad de los muchos grupos alternativas que se postulan, ni en movimientos desde la base. Lo que sí vemos es la ya citada Ley Electoral Canaria, que casi los imposibilita para ser una alternativa real a nivel autonómico e insular si van por separado. Y estamos en un territorio fragmentado en siete islas, lo que divide y enfrenta a las alternativas y los hace esencialmente diferentes en muchas cosas complicando así posibles uniones (unos son horizontales, locales y asamblearios, otros son jerárquicos y con dependencia de Madrid, otros tienen a un expresidente de CC como líder, y otros son vistos como poca cosa, como arribistas o advenedizos, por poner algunos ejemplos). Y aunque parezca paradójico, debido a la propia desafección ciudadana hacia PP, PSOE Y CC, se están creando expectativas de crecimiento en todos los grupos con programas más sociales, lo que los empuja a pensar a menudo más en sus intereses particulares y en lo que puedan ganar que en los intereses generales de esa gran masa sufriente de ciudadanos. Y con esto creo que ya vale. Como ven, hay un abismo cada vez más grande entre los que tienen el poder y el dinero y los que le van a la zaga, y la gran masa sufriente del restante 99%.

Y estamos ya en la antesala de la tercera pregunta, a la que espero que me sigan sin abandonar, después de haber pintado un panorama tan negro como el descrito. A ver qué es lo que sale porque no lo he escrito ni reflexionado todavía.

Eloy Cuadra

(To be continued: próximamente en esta página)