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Elegir al más débil, hoy más que nunca

El último abuso de los matones del mundo con la detención de la flotilla humanitaria en aguas internacionales próximas a Gaza, nos pone en la tesitura de salir a la calle en toda Europa a gritar basta ya. Pero esta vez no se trata solo de una nueva manifestación. El mundo está cambiando -imagino que ya se habrán dado cuenta-. Las democracias, lo que queda de ellas, se desmoronan, para dar paso a lo que ya está de facto implantado en países como Estados Unidos, con sistemas donde se impone la dictadura del capital, con una exigua libertad negativa, mucha desigualdad social, mucha policía y el ¡Salvesé quien pueda! como primer y único mandamiento. Y es que vivimos en un tiempo en el que la política y la geopolítica se han dejado arrastrar por una peligrosa fascinación hacia la fuerza. El discurso dominante en buena parte del mundo, azuzado por las ultraderechas y los populismos autoritarios, es el que premia al que más grita, al que más intimida, al que más armamento despliega, al que la tiene más grande. La lógica del matón del patio de colegio se ha convertido en doctrina de Estado. Primero se golpea, se amenaza, se amedrenta y se impone, después se negocia, si acaso, con mis condiciones, como estamos viendo con el “plan de paz” de Trump y Netanyahu.

Hay que responder a esta lógica del matón, en favor de la población gazatí, en defensa de la flotilla humanitaria, o por cualquier otra causa en la que se diriman luchas desiguales donde se impone la misma lógica del matón. Lo sabemos desde niños, y vuelvo al patio del colegio, donde muchos elegíamos asentir con el bravucón para evitarnos problemas, o por esa especie de fascinación lamentable que encierran los violentos. Pero en el fondo todos sabíamos que, tarde o temprano, podíamos ser también nosotros las siguientes víctimas de sus abusos. En la política ocurre lo mismo: mientras aplaudimos a los que dominan con hechos consumados y decisiones bárbaras, corremos el riesgo de ser mañana nosotros los abandonados, los sacrificados, los prescindibles. ¿Qué haremos entonces?
Hoy Ayuso (PP), la lideresa más potente de las derechas en España, se ríe de la flotilla, y tenemos a Vox y al PP simbiotizados, perfectamente alineados con los matones internacionales, también con los matones españoles (véase las “empresas” Desokupa, los ultracatólicos antiabortistas, los defensores del militarismo y el derecho a portar armas, o los que claman por la limpia de la inmigración pobre racializada). Está de moda la política del  matón, pero, ¿de verdad quieres eso? ¿Cuánto dinero tienes?, ¿a cuántos matones tienes de amigos?, ¿tienes armas de fuego en tu casa? Si has respondido “mucho” a la pregunta por el dinero, “muchos” a la siguiente, y “sí” a la última pregunta, es posible que puedas ir escapando y seguir viviendo bien… ¡en un mundo horrible! 

Pero hay otra forma de mirar, de ser y de estar en el mundo. Una más difícil, menos rentable a corto plazo, más incómoda frente a las mayorías, pero imprescindible si queremos preservar lo poco que queda de democracia real. Y esa forma consiste en elegir al más débil, es tomar partido por las minorías silenciadas, por los pueblos masacrados, por quienes no tienen voz ni poder para defenderse. Elegir al más débil no es ingenuidad ni romanticismo, es, en realidad, un ejercicio radical de realismo político. Porque solo cuando ponemos la empatía y la justicia en el centro, se abre la posibilidad de un diálogo verdadero, de una negociación que no sea mera imposición disfrazada. Es así de simple: si hoy y en adelante todo se decide según la ley del más fuerte, adiós a los consensos y a la paz duradera, sólo habrá treguas impuestas, que se rompen en cuanto conviene al poderoso.
Este ponerse del lado del más débil hoy significa estar del lado de la población palestina a la que intentan exterminar, con las personas valientes criminalizadas en la flotilla humanitaria, y salir a la calle, a gritar porque otro mundo más humano todavía es posible. En Canarias nos convocan en distintas capitales a las 19.00 horas, en la Península en otras muchas ciudades y pueblos, en Italia ya salieron anoche, en otras ciudades europeas también se animan. Los von der leyen y compañía son la vergüenza para muchos, pero entre el pueblo parece que aún queda algo de dignidad. Nos vemos en las calles.  

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