Tiempo llevaba meditando sobre esto, preguntándome si tiene o no sentido tanta lucha, tantas batallas, tanto tiempo dedicado a estas causas justas, cuando la mayoría ya bajaron los brazos o simplemente pasan porque están muertos y todavía no lo saben, cuando no hay forma ni manera de que la gente se una y luche, y se rebele contra tanto absurdo, contra tanta inmundicia, contra tanta crueldad. Y es que, desde que acabé mi último libro han pasado ya dos años, dos años dedicados casi por entero a la solidaridad y la lucha en pos de una mayor justicia social, dos años en los que he denunciado a unos cuantos que merecerían estar en la cárcel por todo el mal que han hecho y siguen haciendo, dos años en los que hemos sacado a la luz ruindades de tal calibre que en cualquier sociedad mínimamente sana darían para hacer tres revoluciones.
A bote pronto, me viene a la memoria el señor Ignacio González y su reguero de muertos abandonados en la calle, algo a lo que sólo algunos ciudadanos fueron sensibles realmente. Me acuerdo también de la denuncia contra Botín y familia por sus cuentas en Suiza y el trato de favor descarado: debíamos haber sido muchos más. ¿Y qué decir del escándalo de corrupción mayúsculo que se esconde tras la concesión del teléfono 012 en Canarias? Todas las pruebas estaban sobre la mesa pero nadie quiso verlas, y los que las vieron –ya saben ellos a quien me refiero- temblaron y callaron. Más de lo mismo con el abuso a las familias precarias de las grandes multinacionales Eléctricas, tampoco quisieron entrar, era muy grande la empresa. Mención especial a la gente que pasa hambre y miseria en Canarias, cada día más, cada día más sangrante, algo que no hemos dejado de denunciar a la par que desnudábamos la incompetencia y los chanchullos de los que debían encontrar soluciones, y tampoco esta vez encontramos el apoyo y la implicación que tal causa merecía. Tanto o más de lo mismo cuando hace unas semanas propusimos denunciar al Alcalde de Santa Cruz por reírse de sus ciudadanos y de la democracia misma, la mitad se cagaron y a la otra mitad no les era conveniente, y fuimos cuatro gatos. La misma historia para la mafia y los chanchullos del reparto de comida gratuita en Santa Cruz de Tenerife, una auténtica humillación para las familias en las que nadie quería entrar. Y en todo este tiempo el absentismo y la hipocresía de la oposición política estando sin estar en lo realmente importante, cuantos vómitos he tenido que aguantar. Y acabó de decantar mi abandono un caso para mí paradigmático, fiel reflejo de lo podrida que está esta sociedad canaria nuestra. Les hablo de una historia que llegó a mí en la persona que lo está sufriendo tras pedirme ésta ayuda. Es una mujer joven enferma de cáncer, de un cáncer muy agresivo contra el que lucha, y no teniendo ella bastante con luchar por su vida tiene que luchar también contra el comisariado político que Coalición Canaria tiene desplegado en el hospital donde acude a tratarse. Saber que esta gente es capaz, sin el más mínimo escrúpulo, de acosar a una buena mujer que se está jugando la vida, que entran en su historial médico sin tener permiso hasta 23 veces en un día, y saber al tiempo que casi todos callan, que nadie se implica, que todos se excusan, tapan y asienten temerosos de enfrentarse o enfadar al matrimonio que se vislumbra detrás de semejante crueldad, ha sido para mí la gota que ha colmado el vaso, que me ha convencido de que aquí –parafraseando lo que decía Susan George hace unos días en un artículo- somos muy pocas las ratas del laboratorio que nos rebelamos contra las descargas eléctricas, y en estas condiciones, este acto se convierte poco menos que en Kamikaze.
Cierto es que también hemos ayudado a algunas personas, a algunos hemos podido sacar de la calle, a muchos les hemos dado para comer y a otros hemos evitado que en la calle se vean. El problema es que por mucho que hagamos siempre hay una familia más esperando y el problema de fondo nunca se soluciona.
En definitiva, demasiado solo, demasiado exigente –en estos tiempos mediocres-, demasiado alto –el listón-, demasiada pasividad, demasiada mentira –la que nos cuentan-, demasiado grande –el engaño-, demasiado miedo, demasiado dolor, cierto, demasiado dolor, demasiado utópico, demasiados sueños… Ha llegado al fin la hora de retornar al mundo donde todo sucede tal como uno quiere pintarlo, ese mundo mágico que aguarda paciente a que vuelva otra vez, el mundo de la literatura.
Y así, se acabó el activista social, se acabó el intentar despertar o mover a nadie hacia ninguna revolución, y es cierto que ha estado bien, he disfrutado y aprendido mucho, pero, son tiempos quizá demasiados duros para alguien como yo. Espero, no obstante, que sea un hasta luego y en un lapso no demasiado grande pueda volver a la lucha, si es que para entonces queda algo por lo que luchar.
Hasta entonces, buenas tardes, y buena suerte.
Eloy Cuadra Pedrini