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Amakó: del Dubliner al Rototom

Acostumbrado a ir a contracorriente por la vida también lo fuimos este viernes 2 de mayo. Era el día grande de las Fiestas de Mayo en Santa Cruz de Tenerife, romería apoteósica, las entradas a la ciudad colapsadas, un día perfecto para escapar a La Laguna a escuchar un poco de buena música. Pero no, no fuimos a ver a la virtuosa guitarrista zurda española Susan Santos en el Leal, hicimos un más difícil todavía apostando por un dúo cuasi desconocido llamado Amakó que tocaba en el Dubliner. El bueno de Héctor Blue llevaba días insistiendo en que fuéramos a verlos y aceptamos la aventura. Las credenciales que traían era haber ganado la última edición del Festival ULL rock de la Universidad de La Laguna. Curioso premio -me dije- para un grupo que se caracteriza por llevar el reggae como base para mezclarlo con músicas del mundo, funky y rock en pequeñas dosis.
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De entrada escepticismo y pocas perspectivas, en especial para alguien como yo, aficionadísimo al rock and roll clásico de bajo, batería, voz, guitarra y no inventen más. Pero así es la vida cuando arriesgas un poco: la noche puede salir un auténtico desastre o te puede sorprender con una velada especial, como nos pasó con Amakó el otro día en el Dubliner.
Desde los primeros compases quedó claro que no son un grupo de reggae al uso. Nada de ritmos planos ni atmósferas indolentes. Su propuesta mezcla lo rítmico con lo espiritual, lo estético con lo combativo. La voz de Ellen O., vocalista sí, pero también teclista, percusionista y guitarrista, es todo un lujo para cualquier género: afinada, versátil, con tintes de soul que la acercan más a Aretha Franklin o Amy Winehouse que a cualquier figura del reggae tradicional. Su carisma escénico, potenciado por una imagen de inspiración claramente hippie, se equilibra con la solvencia técnica del guitarrista Toñasko Ixâh, que maneja un arsenal instrumental sorprendente para un dúo: guitarra eléctrica, caja de ritmos, flauta travesera ―con ecos de Jethro Tull que me ganaron por completo―, y hasta un didgeridoo, instrumento ancestral australiano que aporta una vibración grave y ceremonial. 

Más allá del despliegue sonoro, hay actitud. A la tercera canción, Toñasko ya nos estaba invitando a levantarnos. Y con razón: cuesta entender por qué seguimos asistiendo sentados a conciertos de música popular, como si fuésemos a escuchar un cuarteto de Shostakóvich. La propuesta de Amakó exigía movimiento, y la audiencia lo agradeció. No sólo por ritmo, también por su mensaje.  
Así, terminaron de ganarme con las letras de sus canciones, todas originales, sin versiones ni concesiones. En ellas resonaban palabras que parecían antiguas pero necesarias: esperanza, unidad, paz, libertad, samadhi (unión completa, en sánscrito). Toda una revolución en tiempos de perreo interminable y babeo lamentable, que me retrotrajo a tiempos en los que hacer música era algo más que simple entretenimiento. Aunque hablar de libertad hoy en día exige matices. Amakó no canta a la “libertad” distorsionada del neoliberalismo fanático de los Milei, Ayuso y compañía, donde todo se resume en no pagar impuestos y competir como si fuéramos máquinas. No va de eso la libertad amigos, como tampoco iba de eso el lema liberté, egalité y fraternité de la Revolución francesa. Eran el credo y el pensamiento los que reclamaban la libertad en la Francia de los sans-culottes, la igualdad apuntaba a las distintas culturas y civilizaciones, porque no hay humanos mejores que otros, y la fraternidad se refería a lo económico, y cuánto mejor nos iría si compartiéramos un poco más de la riqueza del mundo. Entonces Ellen nos invitó a cantar a todos, y fue hermoso. Y ella y su compañero nos llevaron así hasta el final porque ya no había más repertorio, para dejarnos con ganas de más y una sensación de haber vivido algo especial. 
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El concierto terminó como había empezado: con cercanía, alegría y una invitación final a cantar todos juntos un deseo: “¡Amakó al Rototom!”  Sí, porque Ellen y Toñasko sueñan con tocar en el Rototom Sunsplash este verano en Benicassim, uno de los festivales más importantes del reggae europeo. Y tienen razones de sobra para estar allí. Por su sonido, por su mensaje, por su autenticidad, representan algo más que una banda emergente: son un recordatorio de que en este archipiélago maltratado todavía se hace música con corazón y conciencia. 
Para apoyarlos, solo hay que entrar al enlace de votación que les copio aquí, 
https://contests.rototom.com/p/991684 
buscar a Amakó y registrar el voto que los acerque al escenario que merecen. Porque hay noches que no se olvidan. Y esta del Dubliner de las cruces de mayo fue una de ellas. 

Eloy Cuadra, escritor y activista social, que a veces va a conciertos de rock. 
 

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