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El rock como liturgia y religión.

Animado por mi amigo Luis me fui el otro día a un concierto en Santa Cruz de Tenerife. Tocaba el líder carismático de una vieja banda rockera del país, con un nombre muy de político español, Robe. Sin apenas referencias a su trayectoria en solitario, me valió como garantía la potencia de sus directos de antaño con Extremoduro, y en efecto, el concierto no defraudó en absoluto. Llenazo casi total para mi sorpresa, teniendo en cuenta que por estas latitudes reinan y gobiernan ritmos salseros, caribeños y reguetoneros. Sorpresa también al ver cómo buena parte del público se sabía al dedillo las canciones, y cómo, para mi disfrute, dejó Robe para la segunda hora las canciones más potentes y cañeras de su repertorio, hasta que llegamos al momento álgido del concierto, cuando tocaron la canción “Segundo movimiento: mierda de filosofía”, y empezamos a saltar como posesos al ritmo del estribillo insuperable:

No quiero asomarme
Al fondo del abismo
Que tengo que acercarme
Y pierdo el equilibrio
Que no quiero asomarme
Ni al fondo de mí mismo
Que pierdo el equilibrio
Y yo solo quiero hacerte bailar
Bailar, bailar como una puta loca

robe i
Fue entonces cuando la sentí, otra vez, esa comunión, esa catarsis a modo de conexión, como si de una liturgia religiosa se tratara. Robe me estaba recordando por que disfruto tanto de los conciertos de rock and roll, desde aquel primero con apenas 14 años allá por los 80, la mítica gira Rock and Ríos. Y es que para los que nos movemos entre el agnosticismo, el panteismo y el ateísmo, cuando tampoco somos fanáticos del fútbol ni de ningún otro deporte de masas, ni disfrutamos de los desfiles militares y otros folklores seudoreligiosos, no hay muchas más oportunidades de trascender al plano de los meramente físico en comunión con otros muchos, como la que te ofrecen los macroconciertos de rock and roll. Y ello con una salvedad a favor de los rockeros y las rockeras del mundo, pues a diferencia de lo que ocurre con las religiones, con los desfiles militares o con las adhesiones a determinados equipos o colectividades, en los conciertos de rock no se pide a nadie ningún tipo de conversión, de afiliación, de carnet o de ideología, bastando, como reza la canción, con que estés dispuesto a gritar, a saltar y a bailar como una puta loca.
rock 
Así que gracias a Luis por animarme a ir, a Robe y a otros tantos rockeros por continuar a pesar de las modas, a los promotores de conciertos por hacerlo posible, y a las legiones de tipos y tipas duras que los seguimos, nos vemos en el próximo concierto.

Eloy Cuadra
, un tipo que a veces va a conciertos de rock.

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