Desde que saltó la bomba de Errejón he estado tentado de escribir, otra vez, el artículo que llevo años escribiendo, ese en el que advierto que no vamos a ninguna parte ni se va a arreglar nada desde esas izquierdas alternativas chachis, encantadas de haberse conocido, urbanitas, intelectuales, reformistas, muletillas del PSOE, feministas, europeístas, woke, pijas o como quieran llamarlas. Creo que empecé con esta cantinela allá por el año 2017, cuando un grupo de gente de Podemos organizados desde Lanzarote me pidieron que encabezara una candidatura a la Secretaría General de Podemos en Canarias, previa elección en unas primarias. En aquellos años todavía había en Podemos algo que se podía salvar y planteamos una organización para Canarias muy horizontal y descentralizada, con mucho protagonismo de los Círculos y muchas herramientas de control y participación para evitar conductas autocráticas, dictatoriales o abusivas. En lo referente a la línea política nuestra idea era impulsar un Podemos de activistas sociales -como activista que yo era-, muy pegado a las luchas sociales y a todos esos derechos (vivienda, alimentación, sanidad, educación) que ya entonces estaban siendo mermados de manera importante. Se trataba pues de hacer del partido en Canarias todo lo contrario a un partido tradicional, al estilo del grupo cerrado o club selecto al que se entra y se está contento de estar dentro, y casi con eso basta; se trataba de hacer un partido abierto como herramienta al servicio de la ciudadanía, con autonomía canaria por supuesto, sin servilismos a Madrid; se trataba de conformar una organización política que librara batallas valientes y anticapitalistas en las que el PSOE nunca podría estar. De aquella contienda electoral, compitiendo un activista social contra tres diputados del aparato (Monzón, Márquez y Santana) no salimos bien lógicamente, y hasta ahí mi participación en los morados de Canarias. Hoy, siete años después de aquello, la realidad tozuda ha terminado por darnos la razón, y aquellas luchas sociales, aquellos problemas básicos que planteamos entonces como esenciales, que Podemos no quiso atender y hoy son emergencias nacionales, han terminado por engullir y dejar sin sentido y sin espacio ni recorrido político, no solo a Podemos, también a todas esas izquierdas transversales identitarias alternativas que han ido medrando al amparo de la marca de Pablo Iglesias, haciendo políticas capitalistas pegadas al PSOE con banderas como el feminismo, que no digo yo que no sea el feminismo una lucha necesaria, pero había otras que afectaban y mataban silenciosamente a muchísima más gente, a las que Yolanda, Ione, Irene, Mónica o Pablo llegan tarde, muy tarde ya.
Como digo, sobre todo esto quería centrar mi artículo, pero es tan obvio y evidente que no creo que sea necesario abundar más en ello. Y es que hoy hasta un tonto sabe que tras lo de Errejón, a lo que hay que sumar infinidad de malas, malísimas decisiones y formas, ni Yolanda, ni Pablo, ni nadie de ese ámbito político puede levantar ya proyecto alguno, y así, cuánto más tarden la señora Díaz y el señor Iglesias en disolver los partidos más daño harán a las clases humildes y trabajadoras de este país. Está por ver en todo caso si se dan cuenta los que se tienen que dar cuenta, pues es costumbre de los partidos en este país tardar en percatarse de que están muertos, algo que hemos visto recientemente en Ciudadanos y antes en UPyD o en el CDS. Pero insisto, no es de esto de lo que quiero hablar. Hoy voy a ir un paso o dos más allá y aún a riesgo de que me crucifiquen por ello -ya van unas cuantas-, creo que es hora de desmontar todas las fallas, incongruencias, mentiras y contradicciones de eso feminismos que andan hoy escandalizados porque uno de sus adalides durante años resulte ser de repente un monstruo, y no le encontremos explicación al asunto, o, en todo caso, queramos hacer como hace siempre el sistema, salvar al cesto y hablar de que se trata únicamente de una manzana podrida, un chico que tenía problemas de adicción al sexo y a ciertas sustancias.
Y la tesis que vengo a sostener es que no hay feminismo auténtico, completo, real y efectivo dentro de un sistema de vida u opción política que acepte y participe activamente del capitalismo, y, en especial, si se trata de este capitalismo salvaje que nos han impuesto desde 2008 a esta parte. Es sencillo, el capitalismo es el cesto podrido que pudre poco a poco todas las manzanas. A propósito de esta metáfora del cesto recomiendo la lectura del libro “El Efecto Lucifer”, de Philip Zimbardo, psicólogo fallecido por cierto la semana pasada. Pensemos a continuación en el feminismo o los feminismos actuales, son opciones que si algo tienen en común es una defensa a ultranza del respeto y la no violencia, ni física, ni verbal, ni psicológica contra la mujer. Ahora pasemos de la teoría feminista a la práctica feminista y veamos quiénes son los partidos políticos que abanderan el feminismo en España. Son Sumar, Unidas-Podemos y Más País, junto a sus extensiones regionalistas. ¿En serio pueden Irene Montero y Pablo Iglesias postularse como feministas sinceros, cuando han llevado las riendas de su partido de manera autocrática y dictatorial pasando a cuchillo a todo aquel o aquella que osaba discutirles algo? ¿Qué clase de feministas son aquellas que se olvidan del respeto y la no violencia cuando se trata de aplicarse con otras personas, en otros espacios, en la acción política o en la organización interna de un grupo humano? ¿Es que no había mujeres entre las personas defenestradas, machacadas o marginadas por la dirección política de Podemos en todos estos años? ¿No es acaso eso también otra forma de violencia? ¿Puede acaso Yolanda Díaz decir que es una feminista auténtica cuando lleva dos años sin hacer frente real a las políticas ultrabelicistas de la Unión Europea? ¿Es que sólo van a morir y sufrir hombres en Rusia o en Ucrania? ¿Dónde queda aquí el feminismo, dónde la no violencia?
Imagino que ya intuyen por donde voy: el feminismo sólo es coherente y tiene sentido como una consecuencia más de una forma de ser y de vivir no violenta, como una expresión más de un discurrir por la vida de manera absolutamente no violenta, una forma de ser y de vivir que no es posible aceptando, comulgando o participando activamente en el capitalismo, y ello por una razón básica y fundamental, el capitalismo es sobre todo violencia. ¿Qué puede ser si no un mundo que enseña a los niños desde pequeños a competir en lugar de a cooperar, un mundo que te dice que tienes que ser competitivo, que tienes que producir más que el de al lado, que hay que ganar a toda costa y ser alguien importante, en detrimento de ser buena persona, un mundo que promueve el individualismo, el egoísmo y un montón de ismos más a cual peor, un mundo que hace de la propaganda y la publicidad -que no es otra cosa que la mentira- su mejor herramienta, y así, todo se vuelve impostura, farsa, manipulación y engaño, un mundo en el que todos somos tomados como objetos, cuantificados, calculados, sumados o restados, y en el que los pobres y los que van quedando atrás no importan nada porque su valor es cero, un mundo que por la rentabilidad y la ganancia inicia guerras, devasta territorios y nos lleva conscientes a la autodestrucción? Piensen ahora en todas estas influencias, todos estos elementos tan nocivos para la psique y la conducta humana actuando continuamente sobre nosotros desde pequeños, ¿creen que bastará con decir que se es feminista y participar en un grupito feminista para mantenerse a salvo de todas esas influencias violentas? Está claro que Errejón no ha podido, como no han podido la mayoría de líderes y lideresas o dirigentes políticos que este país ha conocido, como no acostumbran a poder la mayoría de los que tienen poder o mando en España en cualquier ámbito, y es que la tolerancia, el diálogo y la empatía nunca han estado de moda.
A modo de ejemplo de estas traiciones e incoherencias les cuento una de mis críticas más repetidas hacia los movimientos feministas en Canarias: la poca atención que han prestado a tantas y tantas mujeres, madres y abuelas precarias abandonadas y machacadas por el sistema, que son como sabemos el rostro de la pobreza en el Archipiélago, a las que solo unos pocos activistas hemos atendido durante tantos años. Si se está contra la violencia se está contra todas las formas de violencia, de lo contrario eres una farsante, resultando más coherente alguien de Vox o de cualquier otro partido ultraderechista que se sabe machista, a favor del capital, de la guerra, contra los migrantes pobres, a favor de las desigualdades, de los señoritos, del militarismo, de Desokupa, de Franco, de la Santa Madre Iglesia, de la Monarquía y de cualquier institución cuanto más jerárquica y dictatorial mejor. Ellos son así, ciertamente lamentables y muy peligrosos, pero al menos no engañan a nadie. Errejón en cambio resultó ser todo él una mentira, una pose, como lo son -y siento mucho que se me enfaden- las Yolandas, Iones, Pablos, Noemís, Mónicas y compañía. Ahora en Sumar quieren arreglarlo poniendo a todo el mundo a hacer cursos de feminismo, y las de Unidas-Podemos llevan años queriendo enseñar feminismo en las escuelas desde pequeños, y es que siguen tan perdidas, y son tan fanáticas, que son incapaces de darse cuenta. Lo que hay que enseñar, a los niños, desde pequeños, y a los mayores, en todos lados, es la cultura de la paz, de la cooperación, de los cuidados y de la no violencia, dejando para competir y ser violentos únicamente la esfera de los deportes, hasta un grado aceptado. Pero claro, esto supondría tener que asumir discursos, renuncias y luchas hartamente complicadas, y para eso esta gente chachi acomodada no está.
Y hasta aquí mi artículo de hoy, concluyendo -estoy convencido de ello- que solo hay una forma sincera y efectiva de ser feminista, desde un compromiso radical a favor de la no violencia, el diálogo y la tolerancia en todos los ámbitos de la vida, y ello solo es posible, en el ámbito del ciudadano particular, rehusando participar o ser cómplice de todo lo que nuestro sistema pueda tener de violento, y en el ámbito de la acción política, adoptando una postura y una línea de acción claramente anticapitalistas.
Eloy Cuadra, escritor y activista social.