No diré lo del Nuevo Orden Mundial para que no me llamen conspiranoico, pero no podrán negarme que el mundo ha cambiado radicalmente de un año a esta parte, y hay serias dudas de que podamos recuperarlo cómo era antes, aún con sus numerosos vicios e imperfecciones. En este contexto muchos son los problemas que nos acechan, unos nuevos y otros no tanto. En el presente artículo voy a centrarme en dos de estos problemas, aunque la misma reflexión valdría para otros muchos de los retos que nos preocupan hoy. El asunto es que, sea nuevo o sea viejo, siempre abordamos el problema desde una perspectiva ideológica, cerrada y encapsulada que nos obliga a aceptar el paquete completo de argumentos predeterminados sin posibilidad de discrepancia o modulación. Sucede con el asunto por excelencia del último año: la supuesta pandemia. Si discrepas o te muestras crítico con la gestión y las medidas que se están aplicando, si cuestionas la cerrazón o la censura informativas, si te parece mal que no se dé cabida a otros discursos científicos, si crees que están recortando libertades hasta un extremo inaceptable o piensas que serán más los que morirán por las consecuencias que por la propia enfermedad, al instante te tachan de negacionista, de fascista, de estar haciéndole el juego a la derecha y a la ultraderecha, de ser insolidario o un pirado conspiranoico. A mi propia experiencia me remito, por mostrar discrepancias documentadas sobre las pruebas PCR o sobre las vacunas del covid, dos reconocidos miembros de la izquierda ideologizada de Tenerife me han llamado fascista y terraplanista, cuando mis discrepancias nada tenían que ver con Franco o con esa curiosa forma planetaria.
Cuando uno se pregunta por qué gente supuestamente culta y bien formada responde así, la respuesta solo puedo encontrarla en lo que se conoce como disonancia cognitiva, esto es, la imposibilidad de aceptar una realidad que rompe todos nuestros esquemas y nos empuja a dudar de todo aquello que nos ha construido como persona. Imagino: debe ser muy duro. Y así es como se impone, en este asunto como en muchos otros, la vieja dicotomía clásica derecha-izquierda, o a este lado o al otro, o conmigo o contra mí. No existe pues una tercera vía, o blanco o negro, y entretanto mucho odio, mucho desprecio, mucho fanatismo y por supuesto mucha ideología. Con este panorama, imaginen, hay que ser muy valiente para aventurarse a discrepar de uno u otro bando, pues de repente te sitúas en tierra de nadie, sin el amparo y la protección del grupo chachi, de tu grupo chachi. Lo cierto es que somos el país del mundo que más está sufriendo las consecuencias de la presunta pandemia y los que peor parados vamos a salir. Y digo yo: ¿algo tendrá que ver en nuestra fatídica suerte la nula capacidad de diálogo y entendimiento que se cultiva en España?
El segundo asunto en el que sufrimos también este maniqueísmo maldito es la cuestión de la inmigración descontrolada a Canarias. Si quieres participar u opinar sobre este problema tan grave, de nuevo has de saber que o estás a un lado o estás a otro, esto es: o racista, xenófobo, fascista, nacionalista e insolidario, o inocente buenista, sociata, pijoprogre de mierda “¡llévate los moros a tu casa! ”. Y esto es así porque de nuevo funciona la ideología, no vale que te informes de lo que está pasando y busques el origen del problema con todas sus ramificaciones para encontrar la mejor y menos dañina solución para todos, no, eso no procede, tienes que asumir el librillo ideológico del bando que elijas, no hay términos medios ni terceras vías aquí tampoco, o lo tomas o lo dejas. Y por supuesto también aquí con mucho odio, mucho desprecio y mucho fanatismo descerebrado. Entretanto van pasando los meses y la situación en Canarias se agrava cada día un poco más.
Y así estamos en este país, he planteado estos dos importantes problemas por ser a mi juicio los más graves del momento, pero igualmente valdría el mismo análisis para asuntos tan capitales como la sanidad, la vivienda, la educación o el cambio climático, y casi para cualquier tema. Si dices que prefieres una España con sus límites geográficos como hasta ahora te llaman facha, si pides una ley de vivienda que garantice este derecho para todo el mundo eres un comunista porque la propiedad privada es sagrada, si crees que se están pasando con las restricciones de derechos y defiendes la libertad otra vez vuelves a ser un facha, y si estás por la justicia social y un mejor reparto de la riqueza de nuevo eres comunista. ¡¿Pero qué locura es esta?! Esta locura es España, el país donde desgraciadamente todo se aborda desde la premisa de la ideología fanática y cerrada. ¿Acaso no nos hemos dado cuenta ya que los gobiernos, los políticos y los medios de comunicación mienten casi por sistema? Si es así, y doy por hecho que la mayoría de los que me leen así lo creen, ¿entonces qué pasa?, ¿solo mienten los políticos y los medios del otro bando?, ¿los nuestros no? ¡Venga por favor!
En resumidas cuentas, si queremos movernos por el mundo con unos mínimos de certeza y autenticidad, y sobretodo y especialmente, si no queremos hacer de España una democracia fallida a punto de un conflicto civil, es urgente esta tercera vía, hay que quitarse el traje de la ideología y ponerse el de la investigación, el diálogo y la búsqueda de consensos, hemos de tener auténtica voluntad de verdad, aunque ese proceso suponga tener que desprendernos de partes muy arraigadas en nosotros, nuestras propias creencias y a nuestro grupo chachi, por mucho que te duela, aunque haga frío fuera, por mucho que te insulten por el camino. A mí me llevan insultando ya un tiempo, en serio, hay cosas peores.
Eloy Cuadra, escritor y activista social.